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Santiago Rusiñol

Artista polifacético y referente del modernismo, dinamizó la vida cultural y festiva de Llinars y se convirtió en uno de sus veraneantes más carismáticos.

Santiago Rusiñol i Prats (Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931) fue un pintor, escritor, periodista, dramaturgo y coleccionista que dejó un enorme legado en forma de patrimonio cultural.

Su primera estancia en el pueblo se sitúa en 1883, cuando conoció a Lluïsa Denís, que ya veraneaba allí. Se casaron tres años más tarde y al año siguiente nació su única hija, Maria. Pocos meses después, el desinterés por la continuación del negocio textil familiar y el deseo de dedicarse a pintar, escribir y conocer mundo, le alejaron de la familia. Rusiñol residió en París durante varias temporadas y fue allí donde desarrolló gran parte de su trayectoria creativa.

En 1891 retomó el contacto con su hija, pero no volvió a convivir con Lluïsa hasta 1899. En parte, también fue por la grave enfermedad que le llevó a perder un riñón y casi la vida. En esta etapa es cuando fue más asiduo en Llinars: pasó aquí las temporadas de buen tiempo; la familia se alojó en una casa que alquilaron en la calle Nou. Su presencia en el pueblo dejó solo dos pinturas. Sin embargo, fue mucho más productivo en glosas, que publicó en el semanario L’Esquella de la Torratxa.

Lluïsa, autora teatral, pintora y compositora, se hizo construir una casa a las afueras del pueblo en 1922, donde la pareja encontró un refugio y un lugar tranquilo para continuar con sus actividades artísticas. Ya de viuda, frecuentaba la sala de Can Bachs, donde se la podía oír tocando el piano y cantando.

Don Santiago, como le llamaban en el pueblo, era muy querido por todo el mundo, sobre todo porque organizaba variedad de eventos culturales y festivos. Destacan las corridas de asnos con jinetes profesionales, una corrida de toros en una carpa especial y el levantamiento de un globo aerostático a fin de que todos los vecinos pudieran contemplar Llinars desde el cielo. A Rusiñol se le recuerda pintando y escribiendo en el café de Can Taulats y en el café del cine de Can Gay. De hecho, escribió la novela En Josepet de Sant Celoni en este mismo café durante el verano de 1917.

Popularmente se decía que el artista era un noctámbulo, se quejaba de que los bares cerraban demasiado temprano y de que, a pesar de darle conversación, se le dormía hasta el cafetero.

En 1926, Llinars le homenajeó durante todo un fin de semana para celebrar su gran vinculación con el pueblo. Él mismo inauguró un tramo de la calle Nou que, a partir de ese momento, lleva su nombre.